The throwdown

Cygnus Red Stars en acción

A ocho meses de haber tenido mi primera clase de introducción a CrossFit (con super Pau de Prado), decidí participar en el CCF360 Throwdown. Aquí les comparto 10 cosas que pasaron rumbo a mi primera competencia (y otras que pensé después):

  1. Me inscribí. Desde que vi la convocatoria, aunque llevaba 8 meses haciendo CrossFit, me entusiasmó muchísimo la idea de competir en equipo y por supuesto que me vi wodeando con Tona, Peter y Fede, dándolo todo. Analicé los requerimientos para la categoría de Escalado y creí que, aplicándome, podría llegar a tenerlos todos antes de la competencia: subir 10 libras a los pesos, pull ups, el paso obvio antes de las C2B pull ups, double unders, rope climbs y handstand walk.
  2. Me dio miedo: por supuesto que nadie desea lastimarse previo a una competencia, sin embargo, el cuerpo está vinculado a la mente y ésta es muy poderosa. Los entrenamientos sabatinos rumbo al Throwdown comenzaron a ponerse rudos y a incluir cosas que aún de niña me daban terror, por ejemplo: pararme de cabeza. Así, fue justo durante uno de los entrenamientos que ir al hospital fue lo mejor que se le ocurrió a mi inconsciente para escapar a los intentos de handstand walk que me aguardaban y, pues… box jump fallido y la frente abierta.
  3. Acepté el reto: durante la semana que estuve de reposo debido al punto anterior tuve tiempo de meditar sobre mis miedos y mis motivaciones, que al final fueron más grandes y poderosas, y me prometí echarle muchas ganas. Así fue que logré que mi 1 REP MAX de 95 lbs en C&J se volviera algo fluido y rutinario, tiré a la basura mi miedo a las alturas y pude subir la cuerda por primera vez, mejoré mis T2B y sudé y sudé para sacar mi primera pull up kippeada. Pero igual…
  4. Lloré cuando publicaron los wods 2 y 3: porque no me sentía capaz de levantar un thruster de 95 lbs y aún no me salían las C2B pull ups… y porque fue tremendamente frustrante pensar que, por primera vez en mi vida, estaba siendo el lastre en un equipo, conformado por atletas con mucho mejor rendimiento y habilidades mucho más desarrolladas. Cuando llegó el momento de ensayar el estos wods fue un alivio poder hacer uno, dos y tres thrusters con 95 lbs sin problemas. Obvio, me sentí la mujer maravilla.
  5. Me lesioné: la motivación que gané al ver que mi cuerpo es más poderoso de lo que pensaba se derrumbó cuando una dolorosísima contractura de la pantorrilla izquierda, producto de mi perseverancia para sacar los double unders, me inhabilitó hasta para hacer box jumps y correr… Por experiencias previas, sabía que debía descansar y tratarla para que no se volviera algo grave, pero eso requería …pues… dedicarle tiempo y dejar de entrenar justo lo que me faltaba.
  6. Renuncié a mi equipo. A una semana del registro. Bajo tanta presión, de verdad pensé que les ayudaría más si cedía mi lugar a una mujer con más habilidades o experiencia. Les pedí que la buscaran y que si de plano no encontraban a nadie mejor, pues ya me rifaba. Por suerte, mi equipo no renunció a mí. De hecho, me dieron un cubetazo de realidad: “nadie más que tú tiene un problema en seguir con este equipo”.
  7. Recordé lo bien que se siente superar, o al menos intentar hacerlo, los obstáculos (físicos o mentales), y que el bienestar y la auto confianza derivados de ello suelen perdurar y empapar todos los aspectos de la vida.
  8. Recordé lo mal que se siente haber sido una gallina o huir de los desafíos… y que las sensaciones de frustración y auto desprecio TAMBIÉN suelen perdurar y empapar todos los aspectos de la vida. El riesgo de quedarme atrapada en esos sentimientos me espantó mucho más que el riesgo de no poder con los wods del Throwdown.
  9. Aprendí a ser compasiva conmigo misma. O bueno, lo estoy aprendiendo. Porque era verdad, yo era la única que tenía un problema siendo el eslabón débil. Pero para dejar de serlo primero tenía que aceptarme, con todo y mis limitaciones, para poder mejorar. A esta altura recordé, también, por qué empecé a hacer CrossFit y lo conmovedora que me parece la belleza que emana de la vulnerabilidad evolucionada en fuerza y fortaleza.
  10. Volví a aceptar el reto, pero con otro enfoque, sabiendo que ya tenía saldo a favor: ahora, a diferencia de hace 10 meses, puedo hacer ochocientas cosas que hace un año ni se me ocurrían, me veo y me siento muy bien, he conocido a gente maravillosa… sólo quedaba honrar el trabajo realizado durante todo este tiempo dando lo mejor de mí, estando ahí para mi equipo, y estando ahí para mí: para cuidar y honrar a ese valioso, poderoso y único conjunto de huesos, músculos, tendones, drivers y emociones que me componen, entre otras cosas, y alentarlo a que siga creciendo y aprendiendo, a que se haga más fuerte, potente, flexible, resistente, etc.

Bajé de esta montaña rusa emocional a tiempo para poder disfrutar a mi equipo y cada minuto de la competencia, a la que sobreviví. Estaré eternamente agradecida con Peter, Fede y -sobre todo- Tona por su paciencia, sus palabras y sus actitudes (estuvieron conmigo hasta en el hospital)… y las chelas del final 🙂 Sabía que son excelentes atletas, pero probaron también ser increíbles personas, que merecen llegar más lejos de lo que llegaron en esta competencia, y seguramente lo harán. Fui muy afortunada de tenerlos como equipo y espero poder competir a su lado alguna otra vez.

También, estaré eternamente agradecida con mis padres y mis hermanos, que hicieron el esfuerzo de ir a verme los dos días y cuya presencia fue crucial para terminar el último wod; con mi suegra, que a dos días de conocerme me dio el masajito de chamorro más efectivo de la historia, también crucial para terminar el último wod; y con las mamás de Fede y de Peter, quienes, sin saberlo, me ayudaron a guardar la calma y ordenar mis emociones el último día.

Mi cuerpo llegó al lunes en un estado de agotamiento brutal, pero mi mente puso una gran sonrisa de satisfacción en mi cara y en mi historia. Nunca antes había competido en un deporte (o bueno, nunca antes me lo había tomado en serio o me había importado), y lo único que lamento es no haber vivido esto hace 10 ó 15 años.

Mi viaje de preparación hacia el Throwdown me mató y me dio la vida numerosas veces. Me puso en un estado de supervivencia y estrés permanente, me hizo sentirme vulnerable física y emocionalmente, me obligó a enfrentar el miedo de salirme de mi territorio, de crecer, me ayudó a mirar el interior de otras personas y a observar la competencia desde otra esquina. Supongo que, más o menos, en eso consiste ser humano.

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