En alguna de las visitas al autódromo me descubrí completamente entusiasmada en medio del efecto Doppler provocado por todos los ciclistas intensos que zumbaban al pasarme de largo. Se me hizo fácil pensar que si ya corría y me gustaba tanto rodar, tal vez sería buena idea hacer un duatlón.
Mi entusiasmo topó con la dura pared de la realidad cuando durante un entrenamiento vi que, aún dándolo todo, no pocas personas me rebasaban sin esfuerzo. Como premio de consolación, Herr Handerman me dejó dar una vuelta al circuito del autódromo sobre su Orbea. Efectivamente, ese “pruébele, sin compromiso” me levantó el ánimo y terminó de convencerme de que, si iba a tomarme lo del duatlón en serio, necesitaba otro tipo de bici.
Elegí una Giant Avail 5 que estrené por ahí de abril. Por fin pude experimentar la emoción (y el frío) de levantar un sprint a más de 30Km/hr antes de las 8 am, y el sentido de pertenencia y comunión que genera alcanzar un pelotón y mantener esa cadencia durante varias vueltas.
Cuatro meses después llegó el Duatlón de la Ciudad de México, en el cual debuté como miembro activo de la Federación Mexicana de Triatlón. Competí en la categoría olímpica, lo que quiere decir que corrí 5K, luego hice 30K de bici y luego corrí otros 5K para llegar a la meta.
Mi tiempo en la primera carrera fue de 25 minutos (rompí récord personal para esta distancia!), quizá porque yo ya sólo me quería subir a mi bici. Para cubrir los 30km del segmento de ciclismo, había que dar dos vueltas al circuito, que contempló cuatro pasos a desnivel sobre el Circuito Bicentenario. Eso quiere decir que tuve que subir pendientes 16 veces y yo no había entrenado ni una. Con todo, mi velocidad promedio fue de 28.9Km/hr., logrando terminar el segmento en 1:02:00.
Al bajar de la bici sentí que las piernas se me habían hecho de gelatina. En lo que salía de la zona de transición, mi cuerpo, mi mente y mi corazón tuvieron una rápida conferencia y me dieron la instrucción de seguir con calma, así que con paciencia, concentración, determinación e hidratación adecuada logré terminar la segunda carrera en 29 minutos.
Erick fue quien me dio la buena noticia: había quedado sexta en mi categoría (éramos 30). Si bien no subí al podio, ese resultado era más de lo que esperaba y yo no cabía en mí misma de la emoción. El subidón de endorfinas, adrenalina y otros cocteles hormonales me duró toda la semana. Así fue que dos días después me inscribí al triatlón Blackout de Veracruz, que ocurrirá en menos de dos meses.
Creo que hasta la mañana del duatlón dejé de pensar en los triatletas como una secta. Antes, durante y al terminar el evento reconocí a gente que había visto ya en rodadas masivas y ¡hasta en la oficina! Con mis inocentes ojos de novata observé que las miradas que se intercambian en esas circunstancias contienen mucho de lo bueno: fraternidad, complicidad, orgullo, ánimo, satisfacción…
No pertenezco a ningún equipo pero la vida me ha ido acercando a mis cómplices y mis mentores, esos con los que comparto fotos y videos de bicis (y la emoción de estrenar una) o ciclistas, programas de entrenamiento, tips de alimentación o convocatorias de eventos deportivos… esos locos que sin problema se levantan a las 6:30 cualquier domingo para ir a entrenar y con los que puedo echar un trote de 4Km “para descansar”. Sí, hay que aprender a aullar para llamar a la manada.