Y esta era yo, hace exactamente 20 años.
Cada vez que miro esta foto experimento una mezcla de sensaciones: una pizca de ternura, una parte de orgullo, un poco de otredad, algo de simpatía, y otro tanto de decepción.
A esa edad, mis tardes se veían amenazadas por la pasividad de acompañar a mi madre a “ver la tele” –seguramente se trataba de dramas televisados–, a la que instintivamente me rehusaba. Fue entonces que, bajando por uno de los costados de la cama materna, descubrí el librero. Y aunque no leí uno hasta que tuve siete años, disfrutaba hojearlos y rayonearlos. Tal vez no leía material muy apto para niños, pero más o menos a los 11 años decidí que –en contraste con esas ficciones– mi vida era demasiado simple, y que de ese momento en adelante, haría todo lo posible por hacerla más interesante. ¡Buah!
Si hoy pudiera hablar con esa chicuela, probablemente se me quebraría la voz y lloraría ridículamente mientras la abrazo, pidiéndole perdón de manera anticipada, por todos y cada uno de los desencuentros que le aguardan, producto de ese afán por hacer de su vida algo digno de interés.
Le pediría perdón por intentar cambiar mil veces ese color de cabello, por odiar esa nariz con exceso de dimensiones, por estar inconforme con esos ojazos color avellana y avasallarlos ocasionalmente con la artificialidad de unos lentes de contacto grises. Te estoy ahorrando años cuando te digo que lo único que importa es cómo miras a los sujetos y a los objetos.
Le habría aconsejado que viajara más ligera, de equipaje y de sentimientos, que la edad y circusntancias en las que probó drogas son las ideales; le habría advertido que tratar de estudiar, trabajar, bailar y triunfar al mismo tiempo sería desastroso, que no tiene nada de malo hablar de lo que uno siente, y que dejara el tema de los hombres para cuando fuera mayor (y que después de una fiesta emocional del tipo “muerte y destrucción”, hay que limpiar la casa antes de invitar a alguien a otro evento similar), y que las ilusiones y expectativas son potencialmente autodestructivas.
Fabien, mi roomie, decía en su español afrancesado que yo era una chica inteligente y talentosa, pero un poco “crédula”. Naïve. Ingenua. Eso era lo que realmente quería decir. Odio ser así. Odio que me digan que a Santa lo inventó Coca-Cola o que Selena se murió –la última vez que me lo dijeron tenía 12…pero aún recuerdo la intensidad con que odié la expresión. ¿Qué tiene de malo tener ilusiones o ser optimista sobre algo o alguien? Yo creo que no hay error en ello. Simplemente hay que poner especial cuidado en cómo es que se formulan dichas expectativas y qué tanto es lo que de nuestras vidas sustentan.
De todo esto hablaría con esa niña… pero seguramente valdría para pura madre… ¿o me escucharía? ¿dejaría de leer libros? ¿le transmitiría sabiduría y experiencias vicarias? ¿antes de tomar decisiones, recordaría esta charla? ¿O tendría que esperar veinte años para ver su propio retrato y pensar en estas cosas que he mencionado?
La vida simple no es mejor ni peor. Aunque suene simple, sólo es eso: simple. Andar siempre en busca de intensidad es una forma digna de estar.
As: Voy A Tumbar La Casita – Bronco.
Atte: Juan Ramón Velázquez Mora.
tan digna como vivir simplemente, sí señor. Por fin lo asimilo.
Saludos, y gracias por leer… y comentar.
Hermoso post… yo a menudo me reencuentro en mis sueños con mi versión infantil y siempre la abrazo muy muy muy fuerte. Hay algo muy reconfortante en sentir simpatía por nosotros mismos y por todos nuestros errores. No hay que arrepentirse de absolutamente NADA porque somos el producto de todas nuestras vivencias.
Probablemente nada pasaría y ella sería la misma hermosa, inteligente y admirable mujer que el día de hoy triunfa día a día.
Grita, corre, ama, caete, rompete el corazón no importa tu mayor triunfo es ser tu.
Saludos Lulla, Diego
Miss Dengler, casi me haces llorar. Creo que todos deberíamos de pensar que le diríamos a ese pequeño yo de vez en cuando. Yo creo que a esa niña le valdría un cacahuate porque sino no serías tu, pero no importa de todas las experiencias siempre se aprende algo. Te quiero!
I cried, I swear I did. Y no soy de los q lloran. Vaya q me hacía falta. Saludos de un fancsss lector
Saludos, fan lector! Y qué rico llorar así, cuando hace falta.
Ahora quiero llorar. Lindo.