Obsequios inesperados

El miércoles me reuní con Katz Kapranos para intercambiar nuestras escabrosas historias de verano en compañía de un mesero demasiado amable, una buena dotación de tabaco, café au lait y una bolita pequeña de helado de chocolate… y cómo olvidar las valiosas lecciones sobre la genitalia de seres fantásticos.
Llegué temprano al encuentro. Eran 5:30pm, así que no había un jodido espacio para dejar el auto –oh, ilusa, mucho menos en la colonia Roma–, pues por lo general la gente sale de trabajar un poco más tarde. En vez de dar vueltas, quemar combustible fósil y contribuir al deshielo polar, dejé mi feroz Monza (en realidad es un C2) en un estacionamiento-público-pensión de 24 pesos la hora.

Kapranos tenía clase de flamenco a las 9pm pero se la voló, porque el chisme estaba bueno. Los del café nos aguantaron 20 minutos más después de que cerraron. Yo imaginaba la cuenta del estacionamiento y pensaba “pasar el tiempo con esta vieja vale esto y más”. En efecto, Katz me estaba pasando los datos de su loquero cuando el “son ciento dos pesos, damita” me tentó a abandonar la idea de la terapia. Corte a:

Viernes por la mañana. Salgo, para variar, tarde. Mis hermanos ya en el auto, pero esta vez no estaban enfadados, sino que venían manejando la carita “¿tienes algo que decirnos?”.

Yo: ¿Qué?

Hermana: ¿Qué es eso? señala un envoltorio de periódico situado bajo el freno de mano

Yo: lo abro y veo una porción generosa de hierba seca. Veeeer… (de gnomo).

Medio creyeron mi versión de los hechos y se quedaron tranquilitos. Hice un recuento de mi vida en las últimas 72 horas y reparé en el detalle del estacionamieneto público. Tenía mis dudas acerca de qué hierba era exactamente, pues olía como a pinito, pero en la tarde la llevé con los expertos (mi queridísima banda volcanera). La molimos, la olimos, la quemamos, la volvimos a oler. El veredicto: “no mames, guárdala. Luego invitas.”

Luego les paso la dirección del estacionamiento. Quién quita y a ustedes también les toca una buena dotación de pot. 😉

3 thoughts on “Obsequios inesperados”

  1. Lux, qué ondaaa!!!

    ¡¡Qué tal con la historia!! Aquí sufriendo mi convalencencia, me ha servido mucho ponerme al corriente con las notas que has publicado y me animó a ponerte un pequeño comentario.

    Cómica la anécdota, esperemos tus hermanos se hayan creído la historia y se queden tranquilitos; no vaya a ser que se animen y te pidan un montoncito, jejeje, que ya si resulta así; pues ármense una reunioncilla debajo de alguna cama y las ventanas abiertas y pasen un lindo momento, jajajaja…

    Y si necesitas algún idenficador de “naturaleza” extraña, te presto a mi hermana con todo gusto.. Ella también tiene a su banda experta.

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